Ilustración de Toni Marco
Por Hugo A. Kliczkowski, arq.
Se elige una región, se la secciona en partes menores y se la construye palmo a palmo hasta que no quede un solo m2 sin tapar.
Para ello se lo excava bien hasta asegurarse haber profundizado por debajo de la tierra fértil hasta llegar a la tosca.
Se elevan sus construcciones hasta poder parar los vientos y desviarlos, dar sombra a sus calles e impedir toda posible vista al horizonte. Se rellenan todos los intersticios con asfalto o piedra y encima se colocan latas que al moverse produzcan ruido, gases tóxicos y olor.
Se perforan las raíces de los árboles existentes, para el pase de cañerías de agua, gas y electricidad.
Pero si a pesar de nuestro esfuerzo, algún arbolito floreciese en primavera, se lo tala, pues es allí donde debe ubicarse la entrada de un garaje.
Concluida la tarea con la tierra, se colocan tantas chimeneas como sean necesarias para que el sol y el aire no cometan la locura de dar vida en esa ciudad.
Terminada la primera etapa de impermeabilizar la tierra contra el aire, el sol y el agua, podemos continuar nuestra labor contaminando y agotando sus ríos y napas de agua con la certeza de que nuestra impermeabilización impedirá cualquier reposición.
Al no preveer su crecimiento, tendremos garantizado que éste será descontrolado y arbitrario; al no pensar en su gente, tendremos asegurada su destrucción.
Cuando todo esto esté logrado, se espera unos años, y estarán dadas las condiciones para abandonarla y comenzar nuevamente nuestra noble tarea de creación, en otra parte de nuestro mundo.Agosto 1978. Este texto lo escribí hace…43 años (que barbaridad), para la revista a/mbiente que editamos la editorial Espacio Editora (Silvia Wladimirski, Hugo y Guillermo Kliczkowski) y CEPA (Centro de estudios de Proyectación del ambiente) dirigida por el arq. Rubén Pesci.
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